ADEMÁS, SON MUCHOS LOS HUMILDES DE MI PUEBLO

Freddy Gatón Arce
República Dominicana (1920-1994)

Además, son muchos los humildes de mi pueblo.
Yo escribí sus nombres sobre los muros, pero no
los recuerdo.
Yo rescaté su corazón de la carcoma y del olvido,
pero no sé dónde
quedó la sangre coagulada, ni si vino familiar alguno
a limpiar la mancha que había sobre el duro
tapiz de la noche.
Yo los besé, y mi ósculo fue como tilde sonora impar
sobre su frente. Porque aun después del amor
ellos estaban solos sobre la tierra.

Son muchos los hombres humildes, las
mujeres humildes.
Yo vi surgir sus rostros como bayonetas al sol
de octubre.
Yo palpé sus torsos morenos y relucientes
cuando emergían de los ríos. Yo vi, por una vez,
pero volví la cara atrás, los senos de las doncellas.
Yo conocí los niños desnudos, niños despiertos
y virginales como la primavera,
y sentí cómo se hinchaba el hambre en sus
cuerpos plebeyos,
lo mismo, casi lo mismo que siento elevarse
la madurez
al morder un fruto.

Yo escribí los nombres
de los humildes sobre los muros, pero no los recuerdo.
Yo sólo sé que muchos murieron alzando los brazos
para atrapar el cielo, pero cayeron sin nombre,
cayeron sin piernas, cayeron sin sexo ni
esperanza. Cayeron.
No tenían siquiera una flor o una lanza. Solos
rodaron
con sus tumbas desconocidas, con sus
huesos anónimos.
Pero dejaron sus almas mondas flotando por los aires.
Las almas que se agolpan en las sangres de las
generaciones, y corren.
Corren a ratos, porque la noche está ahí. Se
atisban a ratos,
porque la noche está ahí. Desaparecen luego,
desaparecen como esas lágrimas de abuelo.
secadas al descuido con el dorso de la mano.

Son muchos los humildes de mi pueblo.
Yo escribí sus nombres en las tablas de palma
de los bohíos
y en las vigas alabeadas de las mansiones.
Pero yo no recuerdo
en qué savia encendida y dura de los artesonados
se demoró la inicial de aquél, el apellido de éste,
o la letra
que hace inteligible la epopeya. Tal vez las sílabas
vagan por los cimientos profundos, ennegrecidos
cual raíces
en las que ya la tierra ha perdido su íntima frescura,
en las que ya el corazón no tiene su latido jocundo.

Ahora no hay promesa en la casa de campo,
porque se ha ido el viento de las enredaderas.
Ahora ya no hay huella del vuelo de los pájaros,
porque se ha ido el viento. Pero yo no estoy solo
en mi hogar de maderas. Aquí están los humildes,
dulces y potentes como los brotes. Aquí no hay
un solo extranjero a estos testimonios estantes,
a estas puertas y a estas ventanas que se echan
sobre nosotros.
Aquí estamos todos, y están los nombres que
escribí sobre los muros.
Aquí está su obligante vida buscándonos el
corazón paso a paso,
como un diente de fuego que crece bajo la lengua.

Son muchos los humildes de todas las razas y
de todos los credos.
Son muchos los que abandonaron el silencio y
la soledad
para no estar horadados y fríos en medio de los
hombres.
Porque todos saben que por su boca hablará la tierra
que mordieron al nacer. Porque todos saben que
no se puede morir
sin dejar una brasa como un palpo bravío en el
lomo de un potro.
Y yo escribí sus nombres sobre los muros,
pero no los recuerdo.
Además, son muchos los humildes de mi pueblo.

© Freddy Gatón Arce

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